30 de agosto de 2024
¿Dónde estás, Señor, que no te veo?
Cuando todo nos va bien apenas si tenemos presente a Cristo, pero cuando nos zarandean los “problemas”, con reproche exclamamos: “¿Dónde estás, Señor, que no te veo, que me dejas solo y desamparado con el peso de tantos problemas?”.
Y el Señor nos dirá: No me ves porque me buscas entre los muertos, en la tumba vacía, y yo estoy Resucitado. No me ves porque lloras tus problemas y no gozas de la vida. ¿Cómo puedes creer que Yo dejo a nadie sólo con los dolores de la vida? Debes resucitar conmigo. Renueva tus ojos para poder verme, renueva tu fe para poder creer más.
Hazte preguntas como:
- ¿Te despiertas con ánimo, de ser feliz y hacer feliz a los demás?
- ¿Sientes que tu vida tiene sentido?
- ¿Valoras lo que haces porque es útil para ti y los demás?
- ¿Te sientes fuerte y valiente para vivir la fe en público?
- ¿En tu mente y corazón tiene más fuerza el perdón que el odio?
Si es así, es que Cristo te ha acariciado con su Resurrección, tú te has dejado injertar en la nueva Vida.
¿Y ahora qué?
Ahora, el Resucitado, te dice que vayas a las Galileas del siglo XXI, y “allí lo verás”. Las Galileas actuales son tu hogar, tu lugar de trabajo, el tiempo que pasas con tus amigos, los paseos con tu familia, los grupos de tu parroquia. Y “allí” descubrirás que las personas no son tan malas como tú creías, que las ofensas recibidas no eran tan graves, que los problemas no eran tan profundos, que el perdón y la sonrisa son infinitamente más poderosos que el odio y el gesto desabrido. Pues no sabemos muy bien cómo fue la Resurrección, pero sí tenemos claro cuáles son sus efectos: ¡El amor se ha metido en nuestras venas! ¡Nos sentimos renovados en nuestro ver y creer! Si no es así, es que nos hemos quedado de espectadores ante la tumba vacía.
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