10 de Febrero de 2018. Sábado.
En un oratorio de salesianos, en España, el sacristán observó que un alumno externo un día y otro se quedaba rezagado, esperando que todos hubieran salido; entonces se dirigía presurosamente a un cepillo y ponía algo dentro. Por fin el sacristán contó el caso al director del instituto. Éste llamó al niño.
- Oye, ¿qué haces tú cada mañana junto al cepillo? Creo que es el destinado a las misiones.
- ¡Señor director! -contestó el niño con una sonrisa-, pongo el dinero que me dan mis padres para la merienda.
- Pero, ¿no tienes hambre?
- Sí, siento un poquitín, pero no quiero pensar en ello, y con facilidad lo olvido al jugar.
- ¿Es usted así de generoso con los necesitados?
- Oye, ¿qué haces tú cada mañana junto al cepillo? Creo que es el destinado a las misiones.
- ¡Señor director! -contestó el niño con una sonrisa-, pongo el dinero que me dan mis padres para la merienda.
- Pero, ¿no tienes hambre?
- Sí, siento un poquitín, pero no quiero pensar en ello, y con facilidad lo olvido al jugar.
- ¿Es usted así de generoso con los necesitados?
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