3er Domingo de Cuaresma. Celos Divinos.
3er Domingo de Cuaresma. Celos Divinos.
Pero él hablaba del Santuario de su cuerpo.
Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús. Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre.
Los celos divinos son buenos porque nos ofrecen el amor de Dios sin “pizca” de egoísmo. Dios da amor y libertad.
Los celos humanos son malos, causan problemas, la persona celosa quiere de forma posesiva: “o eres sólo para mí o no eres para nadie”. Recordemos al rey Saúl, primer rey de Israel. Surgió David que era un guerrero extraordinario: “Mil hombres mató Saúl y diez mil mató David” (1 Sam 18,7), y Saúl en vez de estar contento con tener un soldado tan bueno a su lado, se puso celoso hasta el punto de querer destruir a David.
Shakespeare dijo: “Cuidado con los celos, es el monstruo de ojos verdes que se burla de la carne de la que se alimenta”. Y es que el amor verdadero respeta a la persona que dice amar, el falso la encarcela en el calabozo del egoísmo.
En el Evangelio de hoy, Jesús intenta echar a los cambistas del Templo. Sintió “celos divinos” pues a Dios lo trataban como a mercancía, sin amor y sin respeto. ¡Quien ama respeta a Dios y a los demás! Jesús no sintió ira o cólera, que empujan a deseos de venganza, sino deseos de poner orden en el recinto sagrado y despertar las conciencias para que lo hicieran.
Pero él hablaba del Santuario de su cuerpo.
Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús. Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre.
Los celos divinos son buenos porque nos ofrecen el amor de Dios sin “pizca” de egoísmo. Dios da amor y libertad.
Los celos humanos son malos, causan problemas, la persona celosa quiere de forma posesiva: “o eres sólo para mí o no eres para nadie”. Recordemos al rey Saúl, primer rey de Israel. Surgió David que era un guerrero extraordinario: “Mil hombres mató Saúl y diez mil mató David” (1 Sam 18,7), y Saúl en vez de estar contento con tener un soldado tan bueno a su lado, se puso celoso hasta el punto de querer destruir a David.
Shakespeare dijo: “Cuidado con los celos, es el monstruo de ojos verdes que se burla de la carne de la que se alimenta”. Y es que el amor verdadero respeta a la persona que dice amar, el falso la encarcela en el calabozo del egoísmo.
En el Evangelio de hoy, Jesús intenta echar a los cambistas del Templo. Sintió “celos divinos” pues a Dios lo trataban como a mercancía, sin amor y sin respeto. ¡Quien ama respeta a Dios y a los demás! Jesús no sintió ira o cólera, que empujan a deseos de venganza, sino deseos de poner orden en el recinto sagrado y despertar las conciencias para que lo hicieran.
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