¡No desprecies a nadie! Lc 4, 24-30

Lunes. ¡No desprecies a nadie! Lc 4, 24-30
Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó. 

Eugenio de Saboya (+1736), de la familia de los Duques de Saboya de Italia, y educado en Francia, era apasionado de las armas y estudios militares. Con 19 años se ofreció al Rey de Francia para comandante de un regimiento. El rey francés lo rechazó por “ser poco agraciado de presencia”. Entonces se ofreció al emperador Leopoldo I de Austria, que lo aceptó. Su talento y virtudes militares le hicieron ascender a mariscal de campo. El rey francés, entonces, le mandó incorporarse al ejército francés amenazándolo con el destierro si no lo hacía. Eugenio permaneció en Austria y fue clave para la defensa del Imperio y de la cristiandad por sus victorias sobre los turcos en tres ocasiones. ¡La cara no es el espejo del alma! El espejo del alma es el amor a Dios y a los demás, son las obras.
- ¿Juzgas a los demás por su presencia externa?
- ¿Aplicas: “por sus obras los conoceréis”?







Julián Escobar.


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