Al Cristo del Sagrario
Palabra de Dios
Jn 10,1-10. Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da la vida por sus ovejas; pero el que trabaja solamente por el salario, cuando ve venir al lobo deja las ovejas y huye, porque no es el pastor ni son suyas las ovejas.
***
¿Dónde
estás? Te grité aquella mañana temblando de dolor, desesperado, y mi tristeza
se elevó hecha grito, en la tranquila paz de tu Sagrario. ¿Dónde estás? Volví a
gritar. ¡No puedo soportar este silencio! ¿Dónde estás, mi Señor? ¡Te estoy
buscando!
¡Aquí
estoy! gritaste. Y un mendigo cubierto con harapos me vino visitar en mis
recuerdos. En su mano tendida había tristeza, en su mirada mucho de cansancio,
caminando las calles de la vida. ¡Cuántas veces sin verlo lo he cruzado!
¡Aquí
estoy! repetiste con más fuerza. Y recordé aquel niño abandonado que acurrucado
en el banco de una plaza encontré esta mañana tiritando. Aunque era niño
descubrí en sus ojos la dolida mirada de un anciano cansado ya de haber visto todo,
aunque había vivido pocos años.
¡Aquí!
Gritaste nuevamente. Y vino a mi memoria la cama del enfermo abandonado, el
jadeante respirar del perseguido, el llanto sordo del desheredado. El
hambriento en los escombros del mercado buscando mitigar su hambre de siglos en
los restos que otros hombres despreciaron.
Y,
cuando bien puedas amarlos, me encontrarás aquí, en el Sagrario. Yo te estaré
esperando.
¿Le culpas a Cristo de tus
fallos?
¿Quieres que Cristo te
escuche cuando le cierras tus oídos a tus prójimos?
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