La Iglesia perdura para siempre
Desde la torre de la cercana iglesia llegó la campana que
tocaba el ángelus. Napoleón bajó la cabeza y permaneció callado largo rato.
Después levantó la vista y, con solemnidad, dijo a su acompañante: «Los pueblos pasan, los tronos se hacen
añicos, más la Iglesia perdura para siempre.»
“Las fuerzas del infierno no la derrotarán” (Mt 16,18)
prometió Cristo a san Pedro.
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