Los defectos son gritos que piden perfección
El cuento de Boccaccio, que tan
poderosamente influyó en la mente de Santesson, es el siguiente:
Dos
amigos; católico uno, judío el otro, vivían en París. El católico deseaba mucho
que su amigo se convirtiera al catolicismo. Éste, por fin, prometió ir a Roma
para estudiar allí el cristianismo. El católico tuvo reparos contra el viaje.
Conocía la vida poco edificante de los príncipes de la Iglesia en aquellos
tiempos del renacimiento. Estaba convencido de que su amigo judío no se
convertiría en la ciudad eterna. Después de cierto tiempo, volvió el judío,
abrazó a su amigo y le declaró que se había convertido. Su amigo quedó asombrado
y preguntó cómo había ocurrido la conversión. El judío le respondió: «Pues bien: al llegar a Roma y ver la vida
poco edificante del clero, me dije a mí mismo: Esta religión debe ser obra de
Dios, porque, de tener origen humano, hace tiempo que habría perecido.»
Santesson, después de muchas
dificultades y contratiempos, entró en el seno de la Iglesia católica.
Los defectos son gritos que piden
perfección.
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¿Qué clase de miembro de
la Iglesia es usted?
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¿Es usted un católico
activo o sólo espectador?
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