San Tarsicio: El mártir de la Eucaristía
Palabra de Dios
Jn 21,20-25.
Éste es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.
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Fue el niño Tarsicio, que
sucumbió en la persecución de Valerio el 15 de agosto de 257, apaleado y
apedreado hasta exhalar el último suspiro. Según se deduce de las actas de San
Esteban Papa, el muchacho pertenecía a la clerecía del título de San Calixto y
circulaba con frecuencia entre Roma y la vía Apia. Llevaba aquel día, como
acólito, según la costumbre de la época de persecución, la sagrada comunión,
ocultos bajo sus vestidos, a los presos de la cárcel Mamertina. Un grupo de
soldados que custodiaba la entrada de las Catacumbas le apresó y le reclamó lo
que llevaba en el pecho. El niño rehusó hacer traición a su fe y dijo: 'No
quiero dar a los perros rabiosos las sagradas formas'. La bárbara soldadesca lo
maltrató hasta matarlo. El cadáver, recogido allí mismo, fue depositado en el
cementerio de San Calixto.
El papa San Dámaso dedicó al mártir uno de sus
poéticos epitafios (cf. PL 13,392): 'Cuando Tarsicio llevaba la
hostia de Cristo, una turba desenfrenada intentó profanarla. Pero él prefirió
exhalar su vida bajo los golpes antes de entregar como presa a los rabiosos
perros los miembros celestes'
¿Defiendes tu
fe ante quien sea?
¿Crees firmemente que Cristo está en el Pan
Eucarístico?
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