4 de Julio de 2018. Yo era.

Era una persona de esas que se dicen buenas, me gustaba alegrar la vida de los demás y compartir con ellos la felicidad y las risas. Pero me preguntaba a mí mismo ¿qué querrá Dios de mí, si ya soy bueno?
Un día, por despiste, se me ocurrió asomarme a la ventana de mi felicidad y descubrí la mirada triste del que está solo y marginado, el llanto del niño que tiene hambre, el dolor del enfermo, la lucha del que no tiene trabajo, la tristeza del que no tiene quien le amé...
Todos me tendían sus manos, pero no entendía su queja, y les decía, “yo, ya soy feliz y bueno, ¿qué queréis?”. Desde la ventana de mi felicidad yo te pre-guntaba: Dios, ¿qué hay que hacer para seguir siendo bueno y tú respondías siempre?:
“Escucha a tus hermanos. 
 Escucha a tus hermanos”.
Miré sus manos, Señor y oí el gemido de su voz:
“Sé la carrera del cojo,
la vista del ciego,
la voz del que no habla.
Sé el pan del hambriento,
la fuerza del que lucha,
la alegría del triste,
llora con el desconsolado
y sonríe con el alegre”.
Julián Escobar.



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