15 de marzo de 2020
Evangelio (Jn 4,5-42):
«Dame de beber» (Jn 4,7).
Él «(Jesús) al pedir agua a la Samaritana, ya había infundido en ella la gracia de la fe, y si quiso estar sediento de la fe de aquella mujer, fue para encender en ella el fuego del amor divino». Jesús, hoy día también, tiene “sed” de nuestra fe, de nuestra respuesta de fe ante tantas invitaciones cuaresmales a la conversión, al cambio, a reconciliarnos con Dios y los hermanos, a prepararnos lo mejor posible para recibir una nueva vida de resucitados en la Pascua que se nos acerca. «Yo soy, el que te está hablando» (Jn 4,26): esta directa confesión de Jesús acerca de su misión, muestra igualmente el amor de Dios que busca al pecador y da la promesa de salvación.
EL ODIO DESTRUYE
El amor sana y alegra la vida, mientras que el odio y el rencor nos destruyen y nos amargan la existencia. ¡Cuántos sufrimientos hay en el mundo por la falta de perdón! El perdonar no es un artículo de lujo para casos especiales, sino una necesidad para vivir en paz con nosotros mismos y con los demás. No querer perdonar es quedarse anclados en el pasado, y nos desgastamos física y psicológicamente. Realmente que el rencor y el deseo de venganza nos van matando poco a poco y nos van hundiendo en la depresión. Donde no hay amor, sembrad amor y recogeréis amor (S. Juan de la Cruz)
Ayunar de miradas y gestos asesinos y practicar el interés por lo bueno de cada persona.
«Dame de beber» (Jn 4,7).
Él «(Jesús) al pedir agua a la Samaritana, ya había infundido en ella la gracia de la fe, y si quiso estar sediento de la fe de aquella mujer, fue para encender en ella el fuego del amor divino». Jesús, hoy día también, tiene “sed” de nuestra fe, de nuestra respuesta de fe ante tantas invitaciones cuaresmales a la conversión, al cambio, a reconciliarnos con Dios y los hermanos, a prepararnos lo mejor posible para recibir una nueva vida de resucitados en la Pascua que se nos acerca. «Yo soy, el que te está hablando» (Jn 4,26): esta directa confesión de Jesús acerca de su misión, muestra igualmente el amor de Dios que busca al pecador y da la promesa de salvación.
EL ODIO DESTRUYE
El amor sana y alegra la vida, mientras que el odio y el rencor nos destruyen y nos amargan la existencia. ¡Cuántos sufrimientos hay en el mundo por la falta de perdón! El perdonar no es un artículo de lujo para casos especiales, sino una necesidad para vivir en paz con nosotros mismos y con los demás. No querer perdonar es quedarse anclados en el pasado, y nos desgastamos física y psicológicamente. Realmente que el rencor y el deseo de venganza nos van matando poco a poco y nos van hundiendo en la depresión. Donde no hay amor, sembrad amor y recogeréis amor (S. Juan de la Cruz)
Ayunar de miradas y gestos asesinos y practicar el interés por lo bueno de cada persona.
Julián Escobar.
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