16 de marzo de 2020
Evangelio (Lc 4,24-30)
En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.
Jesucristo, nos quiere advertir a sus discípulos que las cosas no nos serán fáciles.
La palabra de Dios de esta tercera semana de Cuaresma insiste en la actitud de la conversión y en sus implicaciones: el perdón, la observancia en los pequeños detalles de la vida, la apertura a los signos de la presencia de Dios y, como síntesis de todas ellas, la centralidad del amor.
También nosotros, cristianos del siglo XXI, hemos de tener en cuenta esta verdad. Jesús nos llama a levantar la cabeza y llevar a todos la salvación, si nos consideramos miembros del pueblo elegido, de la Iglesia de Cristo.
¡No busquemos excusas para no tener que dar testimonio. San Pablo se dirigió, en primer lugar, a los suyos: fue a la sinagoga donde «hablaba con valentía, discutiendo acerca del Reino de Dios e intentando convencerlos» (Hch 19,8). ¿No crees que esto era lo que Jesús quería decirnos?
La caridad no se demuestra solamente con la limosna, sino sobre todo con el hecho de comunicar a los demás las enseñanzas divinas y prodigarles cuidados corporales. (San Máximo, Sobre la caridad, centuria 1, 1) Recuerda las obras de Misericordia.
“Debemos estar en guardia contra el peligro de la idolatría moderna. Hoy siente el hombre la tentación de adorarse a sí mismo” (San Pablo VI).
En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.
Jesucristo, nos quiere advertir a sus discípulos que las cosas no nos serán fáciles.
La palabra de Dios de esta tercera semana de Cuaresma insiste en la actitud de la conversión y en sus implicaciones: el perdón, la observancia en los pequeños detalles de la vida, la apertura a los signos de la presencia de Dios y, como síntesis de todas ellas, la centralidad del amor.
También nosotros, cristianos del siglo XXI, hemos de tener en cuenta esta verdad. Jesús nos llama a levantar la cabeza y llevar a todos la salvación, si nos consideramos miembros del pueblo elegido, de la Iglesia de Cristo.
¡No busquemos excusas para no tener que dar testimonio. San Pablo se dirigió, en primer lugar, a los suyos: fue a la sinagoga donde «hablaba con valentía, discutiendo acerca del Reino de Dios e intentando convencerlos» (Hch 19,8). ¿No crees que esto era lo que Jesús quería decirnos?
La caridad no se demuestra solamente con la limosna, sino sobre todo con el hecho de comunicar a los demás las enseñanzas divinas y prodigarles cuidados corporales. (San Máximo, Sobre la caridad, centuria 1, 1) Recuerda las obras de Misericordia.
“Debemos estar en guardia contra el peligro de la idolatría moderna. Hoy siente el hombre la tentación de adorarse a sí mismo” (San Pablo VI).
Julián Escobar.
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