9 de marzo de 2020
Evangelio (Lc 6,36-38)
Dad y se os dará.
El Evangelio de Lucas lo podemos reducir a dos puntos: misericordia y justicia. En primer lugar, la consigna de Jesús: si nuestro Padre del cielo es misericordioso, nosotros, como hijos suyos, también lo hemos de ser. Y el Padre, ¡es tan misericordioso! Ya no vale la “ley del talión”, la rechazada por Jesús («Ojo por ojo, diente por diente»). «No juzguéis y no seréis juzgados»; «No condenéis y no seréis condenados». «Perdonad y seréis perdonados»; «Dad y se os dará». Hagamos un valiente y claro examen de conciencia: si en materia familiar, cultural, económica y política el Señor juzgara y condenara nuestro mundo como el mundo juzga y condena, ¿quién podría sostenerse ante el tribunal? Si el Señor nos perdonara como lo hacen ordinariamente los hombres, ¿cuántas personas e instituciones alcanzarían la plena reconciliación?
Preguntémonos: cuando doy, ¿doy bien, doy mirando lo mejor, doy con plenitud?
Una princesa invitó a comer a todos los súbditos que vivían alrededor de su castillo. Una vez sentados les fue sirviendo, a unos pan duro, a otros unos céntimos, a otros fruta medio podrida. ¿Qué era esto? Eran las cosas que ellos mismos, el día anterior, habían dado a un mendigo que había llegado a la aldea. El mendigo había sido la misma princesa que quería saber qué clase de súbditos tenía.
¿Te pareces tú a ellos o eres generoso?
Dad y se os dará.
El Evangelio de Lucas lo podemos reducir a dos puntos: misericordia y justicia. En primer lugar, la consigna de Jesús: si nuestro Padre del cielo es misericordioso, nosotros, como hijos suyos, también lo hemos de ser. Y el Padre, ¡es tan misericordioso! Ya no vale la “ley del talión”, la rechazada por Jesús («Ojo por ojo, diente por diente»). «No juzguéis y no seréis juzgados»; «No condenéis y no seréis condenados». «Perdonad y seréis perdonados»; «Dad y se os dará». Hagamos un valiente y claro examen de conciencia: si en materia familiar, cultural, económica y política el Señor juzgara y condenara nuestro mundo como el mundo juzga y condena, ¿quién podría sostenerse ante el tribunal? Si el Señor nos perdonara como lo hacen ordinariamente los hombres, ¿cuántas personas e instituciones alcanzarían la plena reconciliación?
Preguntémonos: cuando doy, ¿doy bien, doy mirando lo mejor, doy con plenitud?
Una princesa invitó a comer a todos los súbditos que vivían alrededor de su castillo. Una vez sentados les fue sirviendo, a unos pan duro, a otros unos céntimos, a otros fruta medio podrida. ¿Qué era esto? Eran las cosas que ellos mismos, el día anterior, habían dado a un mendigo que había llegado a la aldea. El mendigo había sido la misma princesa que quería saber qué clase de súbditos tenía.
¿Te pareces tú a ellos o eres generoso?
Julián Escobar.
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