19 de abril de 2020 Domingo II de Pascua

Evangelio: Jn 20,19-31.
Tomás, uno de los Doce, les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré». 

Por designio del Papa Juan Pablo II, este domingo se llama Domingo de la Divina Misericordia es la manifestación amorosa de Dios en una historia herida por el pecado. “Misericordia” proviene de dos palabras: “Miseria” y “Cor”(Corazón). Dios pone nuestra mísera en su corazón de Padre, que es fiel a sus designios.  «Para redimir al esclavo ha sacrificado al Hijo», hemos proclamado en el Pregón pascual de la Vigilia. Y, una vez resucitado, lo ha constituido en fuente de salvación para todos los que creen en Él. Por la fe y la conversión acogemos el tesoro de la Divina Misericordia.

Y, mientras examinaba atentamente las lámparas, se dio cuenta de que a su lado había una figura alta, blanca, silenciosa, vestida de blanco, con un manto largo y suelto. Sintió un poco de miedo, pero la figura le sonrió y tomó confianza. Le preguntó:
¿Qué es esto? - Es la casa de las lámparas de aceite. Cada lámpara es el alma de un ser humano. Todos los seres humanos vivos están aquí representados. Como ves, unos son fuertes y les quedan muchos años de vida como a estas lámparas que tienen mucho aceite todavía. Otros mueren pronto, ya les queda poco aceite. Y algunos mueren, mientras estamos hablando, pues se acabó su aceite.
¿Tienes un corazón bondadoso?
Julián Escobar.


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