26 de abril de 2020 Domingo III de Pascua
Evangelio (Lc 24,13-35)
«Aquel mismo día, el domingo» «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!».
Pascua es como un gran domingo de cincuenta días. ¡Si supiésemos la importancia que tiene este día en la vida de los cristianos! «Hay motivos para decir, como sugiere la homilía de un autor del siglo IV (el Pseudo Eusebio de Alejandría), que el „día del Señor‟ es el “señor de los días‟ (…). Ésta es para los cristianos la “fiesta primordial”» (Juan Pablo II). El domingo, para nosotros, es como el seno materno, cuna. ¡Si entreviéramos la luz y la poesía que lleva! Entonces afirmaríamos como aquellos mártires de los primeros siglos: «No podemos vivir sin el domingo».
“No moriré del todo”, escribió HORACIO, el gran poeta latino,refiriéndose a su fama literaria. Esto, que él aplicaba solamente ala fama, refleja el afán instintivo de toda la humanidad por vivir para siempre, por ser inmortal. Pero un cristiano lo hace realidad. “No moriré del todo.” ¡Viviré después de la muerte! ¡Porque creo firmemente en la resurrección de la carne! ¡Creo en la vida eterna!
Las palabras que animan y la fe que iluminan,
es lo que Cristo te pide que des a los de tu alrededor.
«Aquel mismo día, el domingo» «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!».
Pascua es como un gran domingo de cincuenta días. ¡Si supiésemos la importancia que tiene este día en la vida de los cristianos! «Hay motivos para decir, como sugiere la homilía de un autor del siglo IV (el Pseudo Eusebio de Alejandría), que el „día del Señor‟ es el “señor de los días‟ (…). Ésta es para los cristianos la “fiesta primordial”» (Juan Pablo II). El domingo, para nosotros, es como el seno materno, cuna. ¡Si entreviéramos la luz y la poesía que lleva! Entonces afirmaríamos como aquellos mártires de los primeros siglos: «No podemos vivir sin el domingo».
“No moriré del todo”, escribió HORACIO, el gran poeta latino,refiriéndose a su fama literaria. Esto, que él aplicaba solamente ala fama, refleja el afán instintivo de toda la humanidad por vivir para siempre, por ser inmortal. Pero un cristiano lo hace realidad. “No moriré del todo.” ¡Viviré después de la muerte! ¡Porque creo firmemente en la resurrección de la carne! ¡Creo en la vida eterna!
Las palabras que animan y la fe que iluminan,
es lo que Cristo te pide que des a los de tu alrededor.
Julián Escobar.
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