28 de abril de 2020 Martes III de Pascua

Texto del Evangelio (Jn 6,30-35
la gente dijo a Jesús: «¿Qué  señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? 

Hoy, el problema de los oyentes de Jesús son las pruebas de su divinidad. El Señor  les recuerda el milagro del maná, que alimentó a los hebreos en su travesía del  desierto, después de aquella hambruna inolvidable. El mismo Dios que guió a su  pueblo en el Antiguo Testamento, sigue ahora llamándolo y protegiéndolo. El maná  fue un signo de la misericordia divina que culminará en la Eucaristía, dentro de una misma historia de Amor. Es bastante mezquino condicionar nuestra creencia a que Dios se nos imponga con  señales (¿eso es fe?).

Se marchita la rosa, cae la hoja. ¿Para esto nacemos? ¿Este es el fin de la vida? ¿No hay nada más? ¿En vano cree y espera el hombre? Es éste el problema ha atormentado a los hombres en el transcurso de la historia, y les sigue atormentando. Pero hay una respuesta; oigámosla: “La madre solloza besando la tumba. Se encenderá la estrella;brillará la luna. Allá arriba sobre el árbol de la cruz murmura el viento: brotarán las hojas, se abrirá la rosa.” (JUAN VAJDA)

Pregúntese cada día: ¿Desprendo paz y serenidad? 
El corazón que sintoniza con Cristo nunca es guerrero.
Julián Escobar.


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