11 de diciembre de 2022
Señor, con frecuencia me enredo en discusiones tontas pero que me quitan la paz y sublevan a los demás. Quiero que me ayudes a discernir qué es lo importante para mantener una discusión y qué es fruto de la tozudez. Ahora recuerdo lo que le ocurrió a Juan, mi amigo.
De vacaciones en el campo, alquiló un bungalow cerca de una reserva natural de aves. Una gran variedad de pájaros cantaba alegremente, al otro lado de su ventana, durante todo el día. Juan se sentía tan emocionado que, cada vez que salía de casa, daba las gracias en voz alta a los pájaros por sus encantadoras melodías. Un día, el casero salió a su encuentro y le dijo:
—¿No creerás que esos pájaros cantan para ti?
—Claro que lo creo —le respondió Juan.
—Pues estás muy equivocado. ¡Los pájaros cantan para mí!
Se enzarzaron en una disputa tan acalorada, que decidieron ir a juicio. El juez escuchó el caso cuidadosamente, y luego, con enorme sorpresa de ambos, impuso a cada uno una multa.
—¿Por qué? —preguntó Juan.
—Porque —declaró solemnemente el juez— esos pájaros ¡siempre han cantado sólo para mí!
«Cada persona tiene derecho a pensar que el mundo ha sido creado para él» (Talmud).
¿Discutes con frecuencia?
¿Quieres imponer tus opiniones a los demás?
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