3 de diciembre de 2022
Jesús, hoy quisiera que te sentaras junto a mí.
Yo sé que me ves, pero necesito sentirte muy, muy próximo.
Los compañeros del trabajo, familia … ¡me pesa tanto la convivencia algunos días!
Tú siempre quieres estar conmigo. ¡Hoy lo necesito! ¿Por qué hago tampoco caso a tus consejos?
Tú me amas a pesar de mis limitaciones, pero yo me enfurezco con las limitaciones de los que me rodean. ¿Por qué no trato a los demás como tú me tratas a mí?
Te doy gracias, Señor, por que tú me aceptas con mis limitaciones. Así me dices cómo debo yo ser con los demás.
«Un amigo es alguien que sabe quién eres,
que sabe por dónde has andado,
que sabe a dónde has venido a parar
y, a pesar de todo, te invita a ser mejor».
Necesitaba paz.
Lejos del trabajo en el que, todos los días, me afanaba y preocupaba cuando me creía hábil y fuerte.
Necesitaba paz, aunque al principio, me rebelé.
Él sostuvo mi cruz
y, dulcemente, me susurró cosas espirituales.
Mi cuerpo estaba débil, pero mi espíritu voló
a una altura jamás soñada
Suavemente me amó y me arrebató lejos.
Necesitaba paz y un
un lugar donde enriquecerme y ocultarme en Jesús.
Necesitaba paz, y El me llevó aparte.
¿Por qué no ayudas a llevar la cruz de tus semejantes?
¿Lo que le pides a Dios se lo concedes tú a los demás?
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