9 de diciembre de 2022

9 dic. Mt 11, 16-19

Estar ahí ante ti, Señor, cada mañana un rato es lo mejor del día.

Cerrar los ojos de mi cuerpo, 

abrir los ojos de mi alma, 

permanecer quieto y en silencio, viendo tu mirada, 

escuchando tus susurros, palpando tu proximidad.

Quiero, Señor, no sentir nada, que no seas tú.

No ver nada, que no sea a Ti.

No oír nada, que no sean tus palabras, 

no por egoísmo, para guardarte solo para mí, 

sino para darte a los que yo trate hoy.

Necesito llenarme de ti, 

porque me das paz y abres mis ojos para verte en los demás, 

pero también para llevarte a los demás.

Líbrame de los afanes inútiles.

¿Te sientes agraciado por tu trato con Cristo?

¿Lo das a conocer a los demás con obras y sencillez?

El petirrojo le dijo al gorrión:

«Me gustaría, de veras, saber por qué estos afanosos seres humanos se apresuran y se preocupan tanto». 

Y el gorrión le dijo al petirrojo:

«Amigo, estoy seguro de que tiene que ser porque ellos no tienen un Padre Celestial que se cuide de ellos como se cuida de ti y de mí».

Julián Escobar.


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