9 de diciembre de 2022
Estar ahí ante ti, Señor, cada mañana un rato es lo mejor del día.
Cerrar los ojos de mi cuerpo,
abrir los ojos de mi alma,
permanecer quieto y en silencio, viendo tu mirada,
escuchando tus susurros, palpando tu proximidad.
Quiero, Señor, no sentir nada, que no seas tú.
No ver nada, que no sea a Ti.
No oír nada, que no sean tus palabras,
no por egoísmo, para guardarte solo para mí,
sino para darte a los que yo trate hoy.
Necesito llenarme de ti,
porque me das paz y abres mis ojos para verte en los demás,
pero también para llevarte a los demás.
Líbrame de los afanes inútiles.
¿Te sientes agraciado por tu trato con Cristo?
¿Lo das a conocer a los demás con obras y sencillez?
El petirrojo le dijo al gorrión:
«Me gustaría, de veras, saber por qué estos afanosos seres humanos se apresuran y se preocupan tanto».
Y el gorrión le dijo al petirrojo:
«Amigo, estoy seguro de que tiene que ser porque ellos no tienen un Padre Celestial que se cuide de ellos como se cuida de ti y de mí».
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