10 de marzo de 2023 Ramas separadas del tronco
Desde el siglo V se separaron las Iglesias orientales antiguas por cuestiones dogmáticas. Entre ellas están los nestorianos, apartados de la Iglesia Católica en el Concilio de Éfeso, y los monofisitas, condenados por sus errores cristológicos en el Concilio de Calcedonia. Estos están divididos en jacobitas, armenios, coptos y abisinios. No hay que confundir estas iglesias separadas con aquellas comunidades católicas, unidas al Romano Pontífice, pero de rito no latino: rito armenio, griego, maronita, copto, ucraniano, etc. Siglos más tarde se separó la Iglesia griega u ortodoxa, para distinguirla de las anteriores. Tuvo su origen en la ambición de los patriarcas de Constantinopla y la injerencia de los Emperadores de Oriente en asuntos eclesiásticos. El principal autor del cisma fue Focio, quien en el año 857 apartó a las iglesias orientales de la unión con Roma. Extinguido poco después el cisma, fue renovado en 1034, y consumado por el Patriarca Miguel Cerulario en 1054. Restaurada la comunión con la Iglesia Latina en el Concilio de Florencia del año 1439, el cisma se generalizó entre las iglesias orientales en 1454, año en que fue tomada Constantinopla por los turcos. Pertenecen a ella el Patriarcado de Constantinopla, la Iglesia de Grecia, el Arzobispado de Constanza, la Iglesia Rusa, el Exarcado de Bulgaria, la Iglesia Rumana, etc.
Nuestra correspondencia a la Redención.- «Si hay una fuente riquísima y no queremos acercarnos a beber, nos morimos de sed; así, si no nos aplicamos la pasión de Cristo, creyendo, cumpliendo los mandamientos y recibiendo los sacramentos, no podemos salvarnos. (D. Llorente)
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