28 de marzo de 2023 Martes 5º El gozo de trabajar por Jesús

Juan 8, 21-30 Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él». Al hablar así, muchos creyeron en él.

Sin embargo, algunos afirman que no, que la moral depende de las épocas, de las culturas, y eso no es verdad. Se llega a decir que no hay normas morales inmutables y que depende de lo que a cada uno le parezca: «Si para ti es pecado, es pecado para ti; pero si a mí no me lo parece, no lo es». Si esto fuera verdad, si la norma suprema de conducta fuera el propio criterio o el de un grupo, sin hacer referencia a unas normas objetivas inmutables, habría que justificar a Adolfo Hitler en su intento de acabar con los judíos. Él y los que le seguían tenían una ideología que justificaba el genocidio, pensando que había que exterminar a las que ellos consideraban razas inferiores, y según su punto de vista no era malo lo que hacían. Pero el bien y el mal no depende de la voluntad de una persona ni se decide por votos; por eso estaba mal lo que hacía el nazismo (no porque en algún Código se castigase el genocidio). Y por eso, aunque la Constitución, o el Código penal de un país permitan el mal-el aborto, la droga, el escándalo-, no quiere decir que eso sea bueno. El bien y el mal está definido por el Ser Supremo que ha creado la naturaleza humana.

Julián Escobar.


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