28 de abril de 2023 Viernes III de Pascua
Los judíos se pusieron a discutir entre sí y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: (…). El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día (…).
Jesús revela expresamente el alcance de su encarnación: dar la vida por el mundo. La Eucaristía, además de ser el sacramento de su permanencia entre nosotros, contiene el don de su sacrificio por nosotros.
—El pan presupone que la semilla —el grano de trigo— ha caído en la tierra, "ha muerto", y que de su muerte ha crecido después la nueva espiga. El pan terrenal puede llegar a ser portador de la presencia de Cristo porque lleva en sí mismo el misterio de la pasión, reúne en sí muerte y resurrección.
La Historia Universal muestra hombres que se comportan como fieras, monstruos de la humanidad; y con todo no sabemos si fueron arrojados al infierno; en cambio, hay un criminal ejecutado—el buen ladrón— de quien sabemos positivamente que entró en el paraíso el mismo día de su muerte; a pesar de que nosotros,según el juicio humano, le hubiéramos arrojado en el infierno. Porque nosotros juzgamos según las apariencias; Dios, cuando juzga, lo pone todo en las platillos de la balanza; los factores más desconocidos e imperceptibles para nosotros, herencia tarada,mala inclinación, educación descuidada, ambiente perverso... Dios lo conoce todo y todo lo pesa en la balanza, cuando quiere juzgar.
¿Vas dado muerte a las envidias y rencores?
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