24 de junio de 2023
Caminando dos amigos, uno protestante y otro católico, comenzaron a hablar de religión. El protestante preguntó al católico:
—Pero, ¿es posible que creas en el purgatorio? Yo pienso que, si nos salvamos, estamos salvos y no tenemos por qué pasar por el purgatorio, sino ir directamente al cielo.
Apenas llegaron a la casa del católico, un criado les salió al encuentro diciéndoles que la comida estaba en la mesa.
—Magnífico — exclamó el protestante—, jamás me sentí con tanto apetito.
—Pues vayamos directamente a la mesa —dijo el católico.
—¿Con esta facha, tan polvorientos y sudados? Imposible; sería un insulto a tu esposa. Antes vayamos a lavarnos y mudarnos de ropa.
Así lo hicieron. Ya a la mesa, dijo el católico a su esposa:
—Puedes sentirte orgullosa, pues nuestro amigo guarda más deferencias contigo que con el mismo Dios.
—¿Cómo? ¿Qué quieres decir con esto?
—Nada; que nuestro amigo no se atreve a presentarse a la mesa sin antes lavarse y mudarse, creyendo que el no hacerlo sería una falta de respeto hacia ti, y, sin embargo, piensa entrar de rondón en el cielo directamente, con todo el polvo y la suciedad de su vida en el alma.
— ¡Cáspita! —exclamó entonces el protestante—. ¿Sabes que no había parado mientes en este punto de vista? Ciertamente, es creíble que las almas de los difuntos prefieran purificarse en el purgatorio antes de presentarse manchadas ante la inmaculada limpieza y santidad de Dios.
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