22 de julio de 2023
Cartago envió una embajada a Roma para pedir la paz. Confióse la legación al romano Régulo, que estaba preso, y se le exigió el juramento de volver a la cautividad si la misión no alcanzaba éxito. Puedes imaginarte la emoción de su alma al ver de nuevo su amada Roma. Y habría podido quedarse allí, en su patria, definitivamente, caso de conseguir la paz. ¿Sabes qué hizo? Fue él precisamente quién abogó con más ardor por la continuación de la guerra; y cuando el Senado le alentaba a quedarse, dando por motivo que el juramento arrancado a viva fuerza no obliga, contestó: «¿Tan empeñados estáis en que me degrade? Bien sé que me esperan torturas y muerte al volver. Pero ¡qué cosa más de poca importancia es todo esto en comparación con la vergüenza de una acción infame, con las heridas de un alma culpable! Quiero conservar en su pureza el carácter romano, aun siendo prisionero de los cartagineses. He jurado volver. Cumpliré mi deber. Lo demás, dejadlo en manos de los dioses». Volvió a Cartago, y los cartagineses, en medio de grandes tormentos, le dieron la muerte.
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