20 de febrero de 2024
Pecado. Siempre que hablo del pecado, sobre todo del pecado mortal, viene a mi mente el triste recuerdo de una tragedia que presencié un día. Un niño de unos tres años corría por el césped del jardín de su casa, perseguido por su madre: "¡Ven aquí, Juan!", gritaba ésta. "¡No atravieses el seto!". Pero Juan no le hizo ningún caso. Traspasó el seto y sorteó hábilmente los automóviles estacionados en la calzada, hasta que un coche que pasaba le lanzó por los aires. Su cuerpecillo roto fue a caer casi en brazos de su madre.
Dejando aparte el hecho de que Juan era demasiado joven para responder de sus actos, la escena recuerda mucho la actitud de Dios con los pecadores. "¡Ven aquí, ven aquí!", grita ansiosamente, con su gracia, cuando un alma corre hacia el pecado. Pero el pecador, ajeno a todo lo que no sea su deseo, hace oí-dos sordos a la voz de Dios y sale voluntariamente al encuen-tro de la muerte. La estupidez es un elemento siempre presente en el pecado.
Señor, no quiero ofenderte, pero a veces me olvido de Ti y, cuando llega el momento me vence la estupidez. Perdona, Señor.
Si quieres hacer planes para un año, siembra granos. Si quie-res hacer planes para diez años, planta árboles. Y si quieres hacer planes para cien años, instruye con amor a tu familia.
Ya sabes: lo pasado, pasado está. Y el futuro no lo conoces. Lo preparas viviendo cada día. No seas iluso. Prográmate menos y vive más. ¿Cómo? Amando más.
Reza. El Padre Nuestro desde el
corazón. Detente en cada frase
y hazla nueva en ti
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