3 de febrero de 2024

Solía el príncipe de Baviera, Cristóbal, orar en el templo de Blutenburgo. Saliendo un día de la iglesia le rodearon los campesinos. Amablemente les ofreció sus servicios. 

- Ya me habéis dado – le dijo un anciano labrador – lo que más podía desear.

- Que ya te he dado... ¿qué cosa?

El anciano respondió:

- Tengo un hijo que siguió mucho tiempo el mal camino. Fueron inútiles mis ruegos y reconvenciones, pero un día os vio entrar en la iglesia y os siguió intrigado. Os observó cuando rezabais y desde entonces ha cambiado favorablemente.

Magnífica forma de apostolado.

- ¿Pueden decir de usted lo mismo?

Julián Escobar.


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