13 de abril de 2024

CICERÓN compuso todo un libro “Sobre la inmortalidad del alma”. Y en otra de sus obras escribió esta profunda observación psicológica: “La prueba más grande de que la misma naturaleza reconoce tácitamente la inmortalidad, es que todos se preocupan muchísimo de lo que habrá después de la muerte...¿Qué debieron de pensar todos aquellos grandes hombres que murieron por la patria? ¿Acaso pensaron que al perder su vida terrena también se perdería su nombre para siempre? Sin la gran esperanza de que más allá de la muerte perdura la vida, ninguno de ellos hubiese ido a la muerte por su patria. En el alma está arraigado —no sé cómo— el presentimiento de los siglos venideros, sobre todo en las personas de espíritu profundo. Si quitásemos este presentimiento, ¿quién sería tan necio que quisiera vivir permanentemente en medio de fatigas y peligros? Si por una parte el sentir general es la voz de la naturaleza, y por otra parte todos concuerdan en afirmar que hay algo que perdura en los que dejan de vivir, entonces también nosotros debemos aceptar semejante criterio” (Tusc. Disp. 1,14).

Los hombres hacen toda clase de seguros. ¿Hacen seguro contra incendios porque estén convencidos de que su casa se incendiará? De ninguna manera. Lo hacen solamente porque es una posibilidad, y para tal coyuntura es mejor estar asegurado. Hacen seguro contra múltiples accidentes: contra el granizo, contra el robo... ¿Saben por ventura que les acontecerá alguna desgracia; que habrá granizo; que asaltarán su casa los ladrones? No. Pero... ¡es posible!

Julián Escobar.


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