8 de abril de 2024
Nuestro Amigo Jesús es el amigo que nunca falla. El amigo, especialmente, de los pobres y necesitados, de los enfermos y de los despreciados, en una palabra, de todos los que buscan un consuelo y una razón para vivir. El aprendió en carne propia a sufrir por la incomprensión de los poderosos. Siendo niño tuvo que huir de su país. Más tarde, fue perseguido y encarcelado. Hasta lo consideraron como un blasfemo y profanador del sábado y de las leyes judías establecidas. Algunos lo querían de verdad y lo aclamaban como al Mesías, pero cuatro días antes de su muerte todos lo abandonaron, hasta sus más íntimos amigos. Y se quedó solo ante la cruz. Solamente su madre y el discípulo amado y algunas pocas mujeres lo acompañaron hasta el final.
Sin embargo, después de veinte siglos, cada año hay miles y miles de hombres y mujeres que lo dejan todo, familia, patria, bienes... para seguirle sin condiciones, como aquellos sus doce primeros amigos. Él nos enseñó con su vida la más grande y hermosa verdad que el hombre pudo conocer: DIOS ES AMOR. Jesús es Amor, porque es Dios, y te ama a ti y a mí y a todo ser humano que existe, ha existido y existirá desde el principio del mundo hasta el final.
Cuando el gran convertido inglés, el Cardenal NEWMAN, sintió la cercanía de la muerte en el año 1890, hizo salir a todos de su cuarto con estas palabras: “Puedo enfrentarme a mi final solo”. ¡Cuánta fe denotan! La verdadera “eutanasia”, la “buena muerte” se da cuando podemos decir con el SALMISTA: “Aunque haya de pasar por las sombras de la muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo” (Salmo 23,4). “¡Dios te salve, hermana muerte!”, exclamó San Francisco de Asís cuando le notificaron su muerte inminente.
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