18 de mayo de 2024

En la vida del gran eremita san Antonio abad,

se refiere la conversación que tuvo con un zapatero de Alejandría. Un ángel le había dicho que el humilde zapatero estaba más aventajado que él y decidió saber cuál era su secreto. Le preguntó:

- ¿Qué haces de extraordinario para santificarte?

- ¿Yo? Hago zapatos.

- Pero debes tener algún secreto. ¿Cómo vives?

- Divido mi vida en tres partes: Oración, trabajo y sueño.

- ¿Y en cuanto a pobreza?

- Divido lo que tengo en tres partes: Una para la Iglesia, otra para los pobres y otra para mí.

- Debe haber alguna otra cosa, pues yo lo he dado todo y rezo todo el día. Dime, cuando vienen esas personas, que no saben distinguir la mano derecha de la izquierda y que irán probablemente al infierno, ¿qué haces? ¿Las soportas?

- Ah, no, no puedo acostumbrarme. No lo soporto, entonces, pido a Dios que me haga bajar a mí al infierno y que los salve a ellos.

Entonces, comprendió san Antonio que, evidentemente, era más santo que él que su vida era una continua oración a Dios, haciendo zapatos y viviendo amando a los demás hasta ser capaz de dar su vida por ellos.

“Todo lo tenemos en Cristo; todo es Cristo para nosotros. Si quieres curar tus heridas, Él es médico. Si estás ardiendo de fiebre, Él es manantial. Si estás oprimido por la iniquidad, Él es justicia. Si tienes necesidad de ayuda, Él es vigor. Si temes la muerte, Él es la vida. Si deseas el cielo, Él es el camino. Si refugio de las tinieblas, Él es la Luz. Si buscas manjar, Él es alimento” (San Ambrosio).

Julián Escobar.


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