10 de julio de 2024
Alguien rogó al Profeta:
“Un rey rico y refinado mandó construir en su palacio una habitación sorprendente: de cada pequeño mosaico de su suelo surgían hasta el techo, tensas cuerdas, como de arpa, de distinto grosor. El abría inquieto las ventanas y el aire hacía vibrar una serie de cuerdas, produciendo sonidos siempre distintos. Pero por más que aquel rey intentaba nuevas y nuevas combinaciones, siempre eran limitadas aquellas melodías. Sus mismas ropas ampulosas rozaban y acallaban sin querer las cuerdas, frustrando así la armonía deseada.
Y cuentan que, viejo ya su cuerpo, el rey abandonó triste su palacio, lacayos, riquezas, ropas... y su corazón, aún joven, se dejó sorprender por los arroyos, las flores, las sonrisas, las lágrimas... Y lloró, por vez primera, de alegría porque infinitas cuerdas le resonaron por dentro”. K. Gibran, El Profeta
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