6 de diciembre de 2024 I Semana de Adviento Viernes
Adviento... Esperamos, como hombres, mujeres, jóvenes, niños... de mi alrededor esperan algo de mí. Su grito es signo de una necesidad muy fuerte, de un sufrimiento muy intenso, signo de una sensibilidad afectada a lo vivo. Una necesidad fuertemente sentida, no solo de tipo humano, puede ser también sufrimiento físico o moral, ansia de pan o de amistad, aspiración a una vida mejor.
Tenemos que pedirle al Señor, que nos libre también de la ceguera interior, como decía de sí mismo San Agustín: “ciego y hundido, no podía concebir la luz de la honestidad y la belleza que no se ven con el ojo carnal sino solamente con la mirada interior”, pues sin la apertura a Dios la ceguera es una enfermedad incurable: “¿qué soy yo sin ti para mí mismo sino un guía ciego que me lleva al precipicio?”.
El Señor, en cumplimiento de las profecías de Isaías cura a los enfermos y les da la libertad: “a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos”. Los dos ciegos que siguen a Jesús les piden curación, misericordia, y el Señor les pregunta si tienen fe en que Él puede curarlos. Se necesita fe para poder obrar los milagros. "¿Creéis que yo puedo hacer esto?” Jesús les pregunta si tienen Fe. Los sacramentos no son actos mágicos: los sacramentos requieren Fe.
La clave para aumentar la fe, en el sufrimiento, es la que nos indica san Agustín sobre oración y esperanza. El corazón del hombre desea Dios, pero es demasiado pequeño para la gran realidad que se le entrega. Tiene que ser ensanchado. «Imagínate que Dios quiere llenarte de miel [símbolo de la ternura y la bondad de Dios]; si estás lleno de vinagre, ¿dónde pondrás la miel?»
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