29 de septiembre de 2025
Vemos hoy un pobre llamado Lázaro, y un rico del que solo sabemos que vivía como epulón. El rico aparece como un hombre sin otro ideal que pasarlo bien sin acordarse de los que lo pasan mal. Lázaro (=Eleazar, "Dios salva") es el pobre a quien el rico ha olvidado, pero de quien Dios se acuerda en todo momento. Las faltas de respeto a la dignidad de Lázaro que el rico ocasiona, contrastan con los perros que se acercaban a lamerle las llagas. “Aconteció, pues, que murió aquel pobre, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán; murió también el rico y fue sepultado”. Según el judaísmo, todos los difuntos iban a parar al "infierno" o "seol", aunque no todos los difuntos iban a parar al mismo lugar: unos iban al "edén" o lugar de descanso, otros a la "gehenna" o lugar de tormento. Pero tanto los buenos como los malos esperaban en el "seol" el juicio definitivo de Dios al final de los tiempos. Entre el "edén" y la "gehenna" se abría un abismo infranqueable.
San Juan Crisóstomo predicando en cierta ocasión, decía así a sus oyentes: «Os ruego y os pido y, abrazado a vuestros pies, os suplico, que mientras tengamos vida nos arrepintamos, nos convirtamos, nos hagamos mejores, para que no nos lamentemos inútilmente, cuando muramos, como este rico de la parábola».
 
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