23 de abril de 2020 Jueves II de Pascua

Evangelio: Jn 3,31-36.
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él». 

Servicio y testimonio siempre van juntos, el uno y el otro se identifican. Nuestro mundo tiene necesidad de aquello que es auténtico: ¿qué más auténtico que las palabras de Dios?, ¿qué más auténtico que quien «da el Espíritu sin medida» (Jn 3,34)? Es por esto que «el que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz» (Jn 3,33). “Creer en el Hijo” quiere decir tener vida eterna, significa que el día del Juicio no pesa encima del creyente porque ya ha sido juzgado y con un juicio favorable; en cambio, «el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él» (Jn 3,36)..., mientras no crea.

¡Qué distinta nos parecería una galería de arte si pudiéramos tomar prestados los ojos de un artista! Y ¡qué distinto nos parecería el mundo, la vida presente, nuestras preocupaciones y afanes, si pudiéramos tomar prestados los ojos de un santo! Por ejemplo, los de SAN LUIS, que antes de hacer cualquier cosa siempre se preguntaba: “¿De qué me servirá esto para la eternidad?” O los de SAN PABLO, que llegó a escribir: “Los sufrimientos y penas de la vida presente no son nada en comparación con la gloria venidera que se ha de manifestar en nosotros” (Romanos 8,18).
¿Te encolerizas por cualquier contrariedad?
Julián Escobar.


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