«Veni, Sancte Spiritus»
Palabra de Dios
Jn 17,1-11ª.
He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos
he sido glorificado.
***
Pablo VI habla de un modo
espléndido del Espíritu Santo como alma de la Iglesia: «El Espíritu Santo es el
animador y santificador de la Iglesia, su aliento divino, el viento de sus
velas, su principio unificador, su apoyo y su consolador, su fuente de carismas
y de cantos, su paz y su gozo, su premio y preludio de la vida bienaventurada y
eterna. La Iglesia necesita su perenne Pentecostés; necesita fuego en el
corazón, palabras en los labios, profecía en la mirada».
Por
eso, también nosotros invocamos confiados: Veni, Sancte Spiritus.
Así
oraba Edith Stein, copatrona de Europa, en el Último Pentecostés de su vida:
«Quien
eres tú, dulce luz, que me llenas
y
alumbras la oscuridad de mi corazón?
Tú
me guías como mano materna y me dejas Libre.
Tú
eres el espacio que rodea mi ser y lo encierras en sí.
Si
tú lo dejaras, caería en el abismo de la nada, desde el cual tú lo elevas al
ser.
Tú,
más cerca de mí que yo misma, y más íntimo que mi interior,
y
sin embargo inabarcable e incomprensible,
que
haces estallar todo nombre: Espíritu Santo, Amor eterno».
¿Sueles invocar la ayuda del Espíritu
Santo?
¿Quién es para ti el Espíritu Santo?
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