18 de enero de 2020

Este relato evangélico deja en claro la actitud básica de Jesús respecto de los pecadores: ha sido enviado  precisamente a los pecadores. Es precisamente en casa de Leví, un pecador público, un recaudador, también llamado Mateo (cfr. Mt. 9, 9). Todos estos tenían fama de ladrones e impuros pues debían tratar con paganos, el pueblo los odiaba. Jesús pasa por sobre todas esas opiniones y llama a Leví a su seguimiento.
Santa Teresa de Jesús ora por los pecadores, porque de ellos salió, guiada por la misericordia de Jesús salvador. “¡Oh, qué recia cosa os pido, verdadero Dios mío, que queráis a quien no os quiere, que abráis a quien no os llama, que deis salud a quien gusta de estar enfermo y anda procurando la enfermedad! Vos decís, Señor mío, que venís a buscar los pecadores; éstos, Señor, son los verdaderos pecadores. No miréis nuestra ceguedad, mi Dios, sino a la mucha sangre que derramó vuestro Hijo por nosotros. Resplandezca vuestra misericordia en tan crecida maldad; mirad, Señor, que somos hechura vuestra. Válganos vuestra bondad y misericordia.” (Excl. 8,3).
Julián Escobar.


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