18 de diciembre de 2020

El Muchacho De Catorce Años

En este mundo humano no hay mayor estorbo que un muchacho de catorce años. No es decorativo ni útil, no se le puede querer como a un niño chico, y siempre está molestando. Si habla infantilmente, se le dice criatura; si contesta como hombrecillo, impertinente. Diga lo que diga, fastidia.

Además, está en el momento poco atractivo del desarrollo; crece demasiado para su ropa, con prisa indecorosa; la voz se le vuelve ronca, y gallea y se le quiebra; la cara se le pone de pronto angulosa y desagradable.

Los defectos de la niñez se disculpan fácilmente, pero ¡qué difícil es tolerar los deslices inevitables de un muchacho de catorce años! El mismo se da cuenta de lo que es, y cuando habla con los mayores, es tan excesivamente atrevido o tan exageradamente tímido, que parece avergonzado de su propia existencia.

Y, sin embargo, en esta edad es cuando el corazón de un adolescente anhela más que se le reconozca lo que vale y se le ame, y el muchacho se vuelve esclavo ferviente de quien le muestra consideración.

Pero nadie se decide a quererlo con franqueza, pues esto se tomaría como exceso de indulgencia, malo para el muchacho. Con que, entre réplicas y regaños, se le convierte en un perro vagabundo que ha perdido a su amo.

R. Tagore. "Las piedras hambrientas"

Julián Escobar.


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