2 dic. Mt 9, 27-31 Señor Jesucristo, hoy quisiera ofrecerte una casa bien limpia y barrida, un corazón totalmente tuyo, para que la habites, pero no puedo. No me siento con fuerzas para darte todo y por eso me siento resquebrajar cuando en cada Eucaristía te digo: «Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa...» Y Tú vas y entras, y como a la suegra de Pedro, me curas y me pones en pie. Pero ella se puso a servirte, y yo no siempre lo hago. El suelo de mi corazón a veces está mal ventilado. Pero Tú… pasas a mi casa a pesar de todo. Me avergüenzo un poco, pero Tú naciste y dormiste en una cueva, tú pasaste noches enteras bajo el manto de las estrellas. Pero, aunque no pueda acomodarte mejor, mi corazón, aunque no limpio, es tuyo y deseo que habites en él, y sentiré la alegría de que tú estás presente. Tengo que creer firmemente, Señor, y no puedo tener la menor duda de que tú te sientes, como en tu casa. Tú comiste con los pecadores. Pues come ahora conmigo, o no me prives de que y
Comentarios