4 de julio de 2023
¡Cuál fue su sorpresa cuando un domingo su esposo la acompañó sin que ella tuviera que llamarle siquiera, y al ver que desde entonces no omitió ninguna sola vez el precepto de cumplir con Dios, ni aun lo habría dejado por más que le hubiesen ofrecido todos los tesoros del mundo! —¿Qué le habrá sucedido a mi marido; qué tendrá? —pensaba la buena mujer.
Hasta que un día le contó su esposo el sueño que había tenido cierta noche: —Los dos fallecimos, y tocamos a la puerta del cielo —dijo él—. Sale San Pedro..., te mira, y con gran amabilidad te dice: "Puedes entrar, hija mía, puedes entrar; entra también en nombre de tu esposo..."
Desde entonces, aquel hombre tuvo siempre tiempo para rezar.
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