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26 de abril de 2024

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Decía san Agustín, que Dios es el Dios del amor y de la felicidad. Él es el Dios feliz que nos hace felices. Y en el libro de las Confesiones nos dice por experiencia propia: Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está insatisfecho hasta que descansa en Ti (Conf 1,1). Por lo cual, está claro que, cuanto más santos seamos y más llenos estemos de su amor, seremos también más felices, porque el amor de Dios es lo único que nos puede dar la verdadera felicidad. La Escritura nos habla constantemente del deseo de Dios de hacernos felices y de cómo nos trata con amor de Padre. El cielo es la felicidad colmada, la plenitud del amor. San Agustín dice que allí descansaremos y contemplaremos alabaremos: éste será el fin que no tiene fin. No os quedéis pegados a este mundo efímero. No concentréis acá abajo todos vuestros planes y deseos. No sacrifiquéis vuestra herencia celestial por ventajas y goces efímeros, fugaces y terrenales. ¡Cuidado!, que ni el goce de la vida terrena os hechice ni

25 de abril de 2024

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Según Jesucristo, la vida eterna es la casa de su Padre, en la que hay muchas moradas; Cristo nos precede en ella, y allí espera a los hijos fieles. “En la casa de mi Padre hay muchas moradas... Yo voy a preparar un lugar para vosotros. Y cuando vaya, y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré conmigo, para que donde Yo estoy estéis también vosotros” (Juan 14,2-3). ¡Con qué sencillez nos habla del cielo! En el cielo reina una alegría indescriptible, una alegría que “ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por el pensamiento del hombre”. San Pablo (I Corintios 2,9), está alegría no es a la medida de los deseos terrenos: sólo podemos; no podemos formarnos una idea de la misma; únicamente podrán quienes gocen de ella en la Patria ¿Y habrá muchos allí? ¿Quiénes estarán? ¿Cuántos entrarán en el cielo? ¡No lo sabemos! Jesucristo nada ha dicho respecto de todo esto. La mayoría de los que no se condenan, podrán entrar inmediatamente después de su muerte en el reino de Dios, otros ant

24 de abril de 2024

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Un Jueves Santo de 1939, cerca del Polo Norte , cuenta el P. Llorente, jesuita de Alaska: “Había una tormenta de nieve fuera de lo común con más de 40 grados bajo cero. Me preparé para celebrar la misa yo solo en nuestra pequeña capilla. De pronto, oigo un toque a la puerta. Era una mujer esquimal de cincuenta años totalmente cubierta de nieve, pues venía de lejos, que me dice: Padre, no podía resistir y me eché a la calle, confiando en Jesús. No quería perderme la comunión en este día. Me he extraviado varias veces por el camino y creí que iba a morir en algún ventisquero; pero me encomendé a Dios y luego torcí por el camino y no sé cómo, de repente, me encontré a la puerta de la Iglesia. Todo lo hice por comulgar”. ¿Estarías tú dispuesto a exponer tu vida por amor a Jesús Eucaristía? En la guerra civil española (1936-39), sorprendieron a un niño de 11 años, llevando la comunión a los enfermos. Y, por no dejarse arrebatar las hostias ni renegar de su fe, lo mataron. El pequeño má

23 de abril de 2024

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Los Evangelios; ¡cuántas veces y de cuántas maneras habla Nuestro Señor Jesucristo de la felicidad del Cielo! En una ocasión dice a sus discípulos que quien hace un sacrificio por amor a Él y por su nombre, “recibirá cien veces más en bienes de más valor y poseerá la vida eterna” (Mateo 19,29). En otra ocasión les profetiza que sufrirán persecuciones a causa de Él; pero “alegraos entonces y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos” (Mateo 5,12). Veamos qué dice en relación con el atesoramiento de los bienes de la fortuna. “No amontonéis riquezas en la tierra, donde la polilla y herrumbre las destruyen, y donde los ladrones las desentierran y roban; sino atesorad para vosotros tesoros en el cielo, donde ni la polilla y la herrumbre los destruyen, ni los ladrones las desentierran y roban” (Mateo 6,19-20). Además ¡en cuántas parábolas, de cuántas maneras, habló el Señor de la felicidad eterna! A veces la llama “casa del Padre” (Juan 14,2), en otras la compara al pal

22 de abril de 2024

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Según la enseñanza de la Iglesia existe para las almas de los difuntos un lugar de sufrimiento purificador durante un limitado espacio de tiempo: es el Purgatorio . El cristianismo profesa esta fe desde tiempos remotísimos; la Sagrada Escritura y la santa tradición lo pregonan al unísono. Leemos la Biblia que Judas Macabeo, “habiendo recogido en una colecta que mandó hacer, doce mil dracmas de plata, las envió a Jerusalén, a fin de que se ofreciese un sacrificio por los pecados de los difuntos” (II Macabeos 12,43). Es, pues, un acto de caridad rogar por los difuntos, a fin de que sean libres de las penas de sus pecados, dice más adelante el autor sagrado (II Macabeos 12,46). Por tanto, consta ya en el Antiguo Testamento la creencia de que existe un lugar, donde es posible satisfacer después de la muerte y lograr el perdón; y más todavía, se afirma que los vivos pueden rogar por estas pobres almas y ofrecer por ellas sacrificios. Sin la fe en el Purgatorio no tendrían sentido las muchas

21 de abril de 2024

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No se puede hablar sin emoción de los recuerdos que dedica San Agustín a la muerte de su madre, Santa Mónica. Agustín y su hermano Navigio están junto a su madre moribunda. Navigio sufre porque su madre tenga que morir en el extranjero y no en su patria. Pero Mónica, agonizante, les dice: “Sepultad mi cuerpo en cualquier lugar. No os preocupéis de él. No os pido más que una sola cosa: que os acordéis, de mí ante el altar del Señor, en cualquier lugar en que os encontréis” (Confesiones 50, 9, c. 11). ¡Palabras, verdaderamente cristianas! ¡Ojalá sea también el primer pensamiento que se nos ocurra con respecto a nuestros difuntos: recordarlos ante el altar del Señor! Cuántas flores y coronas envían los hombres a los entierros —lo cual es una cosa hermosa—, pero esto es más bien consuelo de los que se quedan; al muerto no le aprovechan de nada. Lo que realmente le sirven son nuestras oraciones, nuestras buenas obras, las misas que hacemos celebrar por él Carlos V, rey de España, puso en c

20 de abril de 2024

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Hay que estar plenamente convencidos de que, quienes prescinden de la Eucaristía, no pueden alcanzar las más elevadas cumbres de la santidad, a las que han llegado tantos y tantos santos católicos, que han centrado su vida y su amor en el Cristo del sagrario. Podemos decir con seguridad y firmeza que la Eucaristía es el lugar privilegiado de nuestro encuentro con Dios, es el lugar más importante, más deslumbrante y emocionante para encontramos con El. No puede haber en el mundo presencia más importante de Dios que la que tiene lugar a través de Jesús Eucaristía. Éste es el lugar de máxima cercanía con Dios. Allí lo encontramos más cercano y amigo de los hombres. Por ello, la Eucaristía es el mayor medio de santificación que pueda existir para el hombre, que quiere amar a Dios con sinceridad de corazón. Jesús desde el sagrario te está diciendo: “Te he amado desde toda la eternidad” (Jer. 31,3). “Tú eres precioso a mis ojos, muy querido y YO TE AMO... No tengas miedo, porque yo estoy co