25 de diciembre. Homilía.

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Dice san Francisco de Sales: como el cristal de un espejo no tendría nuestra vista, si no tuviera por detrás una capaz de estaño o plomo, así la virginidad no podría ser bien contemplada por nosotros en este mundo, si no se hubiese unido a la sagrada humanidad del Salvador. ¡Ya conocemos a Dios de manera visible! Y partir de la Encarnación, Dios, por medio de su Hijo, habla directamente con las personas. “Se dignó bajar a la tierra a conversar con el hombre, como si fuese su hermano”.
Hay un villancico belga que se titula “pastor sorprendido”. Los pastores, que han recibido el anuncio de los ángeles, van a la gruta de Belén llevando sus dones: manteca, miel, queso, leche… Pero uno se presenta con las manos vacías. El villancico le pregunta: “Y tú, pastor, ¿cómo vienes sin nada a adorar al Niño?”. Y el pastor responde: “Yo le traigo mi sorpresa”.
¿No es sorpresa que el que es Creador, se haga Salvador, que Dios se haga hombre, para que el hombre se haga Dios? Pecó el hombre y se hizo reo; nació el Hombre-Dios y libra al reo. El hombre cayó miserablemente y Dios descendió misericordiosamente. ¿No es motivo para quedar sorprendidos?
¡Niño Jesús! Te traigo mi corazón sorprendido. Tú siendo Dios me amas tanto que te haces Hombre para darme la mano de la Salvación. ¡Mi corazón salta de alegría, pero mi razón no entiende! Vienes a nosotros, y nosotros te cerramos las puertas de nuestros corazones, de nuestros hogares. ¿Cómo podemos acogerte a Ti si no acogemos a los pobres e indefensos?
Decía san Francisco de Asís:
“¡Oh Jesús mío, no has sabido defenderte de la locura del amor, porque amor y sólo amor es quien te ha obligado a descender a este mundo!”. Y es que Dios tiene sólo un deseo y es que todas las personas se amen a semejanza de cómo nos ama Él.
¿Y quién comprenderá este misterio? Lo comprenderán sólo los humildes y sencillos. Recordemos que, para pasar a la Basílica de la Natividad en Belén, sólo se puede hacer por una pequeña puerta, que mide poco más de un metro, así que para entrar hay que agacharse, como si fuera una señal de que sólo los que se inclinan ante el Misterio pueden acercarse al Hijo de Dios y comprender algo de su Amor hacia nosotros. ¿Tiene usted un corazón sencillo, humilde? ¿Inclina usted su corazón y su mente ante los misterios de Dios?
Según Isaías (7, 14) ver a Dios significaba morir y además Dios se manifestaba entre truenos y relámpagos. Pero ahora Dios es un Niño recién nacido. ¿Quién le tiene miedo a un bebé? Ahora podemos ver a Dios hecho Hombre, tratar con Él y en vez de morir recibimos Vida, Vida eterna.
- ¿Se esforzará por ver a Dios en los que le rodean?
- ¿Intentará ser la ternura de Dios allá donde se encuentre?
¿Será la paz y la ayuda de Dios para cuantos trate usted?
Julián Escobar.

Si lo prefiere puede descargar las homilías de d. Julián en formato PDF o DOC.

Otro blog del autor: www.sendasparaelcorazon.org

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