7 de Febrero de 2018. Miércoles.

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Un alto oficial del ejército francés se desplazó a la aldea de Ars para escuchar un sermón de Juan Bautista Vianney, el santo cura, de quien había oído hablar a todos con admiración.
De vuelta a su casa, permaneció serio y silencioso, como no acostumbraba a estar. Su asistente, preocupado, le dijo:
- ¿Qué impresión le ha causado a usted el sermón del Cura de Ars; a usted, que ha escuchado a los más famosos oradores de Francia?
- Hasta la fecha me habían agradado los oradores - respondió con sencillez el oficial -; después de este sermón, hay algo que no me gusta: mi propia vida...
Y aquel disgusto de sí mismo fue el comienzo de la conversión de aquel oficial. Supo comprender que a los sacerdotes predicadores del evangelio no ha de ir a escuchárseles porque gusten, sino porque nos enseñen, incluso, a veces, aquello que no nos gusta. Ésta es la única manera de que aprendamos a corregimos para ser mejores.
- ¿Busca ser halagado, que le den la razón?
Julián Escobar.


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