3er domingo de pascua

A un alumno del físico y químico inglés Faraday se le escapó de la mano una taza de plata y fue a caer dentro de una tinaja de agua fuerte. Quedó disuelta, con el disgusto – que es de suponer por parte del muchacho. Pero Faraday intervino para rescatar la joya. ¿Cómo? Echó una sal en la tinaja, la cual hizo precipitar en forma de granitos, en el fondo de la vasija, las moléculas de plata disueltas. Las recogió y mandó fabricar con ellas una taza mucho mejor y más bonita que antes. Era la misma taza porque estaba hecha del mismo material.

Así será con los cuerpos resucitados de los justos. Serán los mismos cuerpos, aunque no de la misma manera; serán resplandecientes de gloria y sin defecto alguno. Dios puede usar – y de hecho usará – la misma materia, ya que la materia subsistirá siempre, porque es indestructible. No obstante, lo que hará principalmente que el cuerpo sea el mismo será el alma. Así, la misma alma unida, con la misma misteriosa unión, al mismo cuerpo, hará que nosotros seamos exactamente los mismos, aunque de diferente manera.

***
Jesús, tus manos son de amigo.
Tus manos están abiertas, crucificadas.
Tus manos entregan la vida en el pan partido.
Tus manos levantan la vida caída.

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