Domingo. Santísima Trinidad

Tertuliano.
Brota de un elevado monte una abundante fuente de agua, la cual se convierte en un caudaloso río que, descendiendo al fondo de una llanura, forma un extenso lago. Este lago procede de la fuente y del río, pero el agua, sea del río, de la fuente o del lago, es la misma. En la fuente está representado el Padre, en el río el Hijo, y en el lago el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo y es de la misma naturaleza y esencia de ambos, no de otra suerte que el agua es la misma en la fuente, en el río y en el lago. Vicente Mazzatti, Similes y analogía, 1950.

San Agustín y el niño de la playa.
Cuéntese del gran Doctor de la Iglesia San Agustín la siguiente anécdota. Pasó en cierta ocasión varios días y noches meditando el misterio de la Santísima Trinidad, con la creencia de que podría llegar alguna vez a darse una razón de ella, cuando una mañana, paseando a lo largo de la playa, tropezó con un muchacho que tomaba agua del mar con una concha y la llevaba a un hoyo que había practicado en la arena: Detúvose a mirarle San Agustín y le preguntó: “¿Qué haces aquí, muchacho?”. Respondió el niño: “Quiero trasladar toda el agua del mar a este agujero. San Agustín sacudió la cabeza con sorpresa y le dijo: “Pero muchacho, ¿no ves que esto es imposible?”. Respondió el niño: “Antes sucederá que yo traslade toda el agua del mar a este agujero, que no que tú consigas penetrar con tu mente el misterio de la Santísima Trinidad”. Tan imposible es, pues, comprender la infinidad de Dios con nuestra limitada inteligencia, como encerrar el inmenso océano en un pequeño recipiente.

El rayo de sol, la amatista, el agua, el Juego, el alma humana.
En el rayo de luz blanca se encuentran tres colores fundamentales. El azul, el amarillo y el rojo. Tomad un prisma de cristal y haced caer sobre él un rayo de luz, y veréis en seguida los tres colores pitados en la pared. Así también las tres Personas divinas tienen una misma naturaleza. Hay algunas amatistas que miradas por diversas partes ofrecen tres colores distintos, a saber: el rojo púrpura, símbolo del poder, que nos recuerda a Dios Padre; el violeta, que significa la humildad y el abajamiento, y conviene esencialmente al Hijo, nuestro Salvador; el color rosa, que indica el amor, y por esto recuerda al Espíritu Santo, que enciende en nuestros corazones el amor a Dios y al prójimo. Como el resplandor de esta perla reviste tres colores, así la naturaleza divina es participada por tres distintas Personas. El agua, siendo una misma, tiene tres estados: sólido, líquido y gaseoso; el fuego consta también de tres elementos: luz, llama y calor; el alma humana tiene memoria, inteligencia y voluntad; son tres potencias y, sin embargo, un solo espíritu. Spirago, Catecismo en Ejemplos, 1941.
Julián Escobar.


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