La muerte de Arrio
Palabra de Dios
Jn 15, 12-17. Dijo Jesús a sus discípulos:
“Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie
tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
***
Constantino
el Grande, puso fin a las persecuciones de los cristianos y publicó el edicto
dado en Milán en 313. Entonces surgió la herejía de Arrio, sacerdote de
Alejandría, que decía que Cristo no era verdadero Dios, sino tan sólo criatura
de Dios.
Se
unieron al hereje sacerdotes y obispos. El Concilio de Nicea del año 425, contó con 318 Obispos, en presencia del
Emperador Constantino. Defendieron la divinidad de Jesucristo, y establecieron
como dogma de fe que Jesucristo tenía la misma naturaleza que el Padre, o que,
según sus palabras, era consubstancial al Padre. Como Arrio no quiso someterse
al Concilio, fue relegado al destierro por el emperador; pero mucho tiempo
después, bajo el emperador sucesor de Constantino, que era favorable a los
arrianos, consiguió el permiso de regresar del destierro. Mientras sus seguidores
querían conducirle en triunfo por las calles de Constantinopla a la iglesia
principal de la ciudad, Arrio palideció, se sintió enfermo y quiso retirarse un
rato.
Tardando mucho en regresar,
corrieron sus seguidores a darle prisa, pero le hallaron derribado en tierra y
ya cadáver, con los intestinos fuera del cuerpo, lo mismo que el traidor Judas.
Esta horrible muerte de Arrio fue atribuida por todos a castigo de Dios, menos
por los arrianos, que quisieron explicarla por las artes mágicas de sus
adversarios. Debemos creer firmemente que Jesucristo es el verdadero Hijo de
Dios.
¿Crees firmemente que Cristo es igual a Dios?
¿Alimentas tu fe o tus dudas?
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