Los defectos son gritos que piden perfección

Nils E. Santesson, protestante sueco, en el relato Boccaccio muestra una conversión. Cuenta que a la edad de catorce años había leído el Decamerón, y que este libro le indujo a estudiar la doctrina católica.
El cuento de Boccaccio, que tan poderosamente influyó en la mente de Santesson, es el siguiente:
Dos amigos; católico uno, judío el otro, vivían en París. El católico deseaba mucho que su amigo se convirtiera al catolicismo. Éste, por fin, prometió ir a Roma para estudiar allí el cristianismo. El católico tuvo reparos contra el viaje. Conocía la vida poco edificante de los príncipes de la Iglesia en aquellos tiempos del renacimiento. Estaba convencido de que su amigo judío no se convertiría en la ciudad eterna. Después de cierto tiempo, volvió el judío, abrazó a su amigo y le declaró que se había convertido. Su amigo quedó asombrado y preguntó cómo había ocurrido la conversión. El judío le respondió: «Pues bien: al llegar a Roma y ver la vida poco edificante del clero, me dije a mí mismo: Esta religión debe ser obra de Dios, porque, de tener origen humano, hace tiempo que habría perecido
Santesson, después de muchas dificultades y contratiempos, entró en el seno de la Iglesia católica.
Los defectos son gritos que piden perfección.

-     ¿Qué clase de miembro de la Iglesia es usted?
-     ¿Es usted un católico activo o sólo espectador?
Julián Escobar.


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