San Agustín y el niño de la playa.
Palabra de Dios
Jn 17,20-26. Padre
santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra
de ellos, para que todos
sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
***
Se cuenta de San Agustín
la siguiente anécdota.
Pasó varios días y noches
meditando el misterio de la Santísima Trinidad, con la creencia de que podría
llegar alguna vez a darse una razón de ella, cuando una mañana, paseando a lo
largo de la playa, tropezó con un muchacho que tomaba agua del mar con una
concha y la llevaba a un hoyo que había hecho en la arena: Se detuvo a mirarle
San Agustín y le preguntó: “¿Qué haces aquí, muchacho?” Respondió el niño:
“Quiero trasladar
toda el agua del mar a este agujero. San Agustín sacudió la cabeza con sorpresa
y le dijo: “Pero muchacho, ¿no ves que esto es imposible?” Respondió el niño:
“Antes sucederá que yo traslade toda el agua del mar a este agujero, que tú
consigas penetrar con tu mente el misterio de la Santísima Trinidad.” Tan
imposible es, pues, comprender la infinidad de Dios con nuestra limitada
inteligencia, como encerrar el inmenso océano en un pequeño recipiente.
¿Te repele lo
que no comprendes?
¿Aceptas los misterios?
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