Un rey que no se puede destronar
Cuando el gran escritor Chateaubriand, autor de “El genio del Cristianismo”, iba a recibir el santo viático, escuchaba desde el lecho de agonía los gritos del populacho que pedía el destronamiento del rey de Francia, Carlos X.
Entre tanto, el sacerdote se acercó al moribundo, llevándole la santa eucaristía, dijo estas palabras del ritual: «He aquí que viene a ti tu Rey, manso».
Entonces el fervoroso sabio exclamó con emoción profunda:
- He aquí un Rey a quien nunca los revolucionarios podrán destronar.
Cristo es inmortal; resucitó para no morir más. Y la Iglesia, su obra, durará hasta el último día de los siglos. Los poderes del infierno nada podrán contra ella.
- ¿Estás convencido tú de esta afirmación?
Entre tanto, el sacerdote se acercó al moribundo, llevándole la santa eucaristía, dijo estas palabras del ritual: «He aquí que viene a ti tu Rey, manso».
Entonces el fervoroso sabio exclamó con emoción profunda:
- He aquí un Rey a quien nunca los revolucionarios podrán destronar.
Cristo es inmortal; resucitó para no morir más. Y la Iglesia, su obra, durará hasta el último día de los siglos. Los poderes del infierno nada podrán contra ella.
- ¿Estás convencido tú de esta afirmación?
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