12 de abril de 2019. ¿Y después?
Juan 10,31-42 Los judíos tomaron piedras para apedrearlo. Entonces Jesús dijo: «Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?». Los judíos le respondieron: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios».
Un joven llamado Javier, que estudiaba en la Universidad de París, se encontró con san Ignacio de Loyola, el cual empezó a preguntarle de este modo:
- Javier, estudias con mucho provecho y alabanza; lo celebro, pero, ¿qué esperas de tus estudios?
- Una profesión honorífica.
- ¿Y después?
- Después seré feliz.
- ¿Feliz? ¡Cuánto te compadezco!
- ¿Por qué?
- Porque la verdadera felicidad no está en la tierra.
- Bueno, a lo menos estaré en el mundo lo mejor que se puede.
- ¿Y después? replicó de nuevo san Ignacio en un tono severo; el joven enmudeció y prosiguió el santo: Y después, ¿de qué te servirá haber ganado todo el mundo, si al fin pierdes el alma?
Javier, conmovido por estas palabras, entró dentro de sí mismo, conoció la vanidad de todas las cosas del mundo y cambió al momento de modo de pensar. Sin más, siguió a san Ignacio, se hizo sacerdote misionero y fue a las Indias a predicar a aquellos pueblos bárbaros; y, después de haber convertido cerca de tres millones de infieles, murió en China. Este gran hombre es san Francisco Javier.
- ¿Qué has cambiado de tu vida?
- ¿Te sientes más cerca de Dios?
- ¿Te sientes más Iglesia?
Un joven llamado Javier, que estudiaba en la Universidad de París, se encontró con san Ignacio de Loyola, el cual empezó a preguntarle de este modo:
- Javier, estudias con mucho provecho y alabanza; lo celebro, pero, ¿qué esperas de tus estudios?
- Una profesión honorífica.
- ¿Y después?
- Después seré feliz.
- ¿Feliz? ¡Cuánto te compadezco!
- ¿Por qué?
- Porque la verdadera felicidad no está en la tierra.
- Bueno, a lo menos estaré en el mundo lo mejor que se puede.
- ¿Y después? replicó de nuevo san Ignacio en un tono severo; el joven enmudeció y prosiguió el santo: Y después, ¿de qué te servirá haber ganado todo el mundo, si al fin pierdes el alma?
Javier, conmovido por estas palabras, entró dentro de sí mismo, conoció la vanidad de todas las cosas del mundo y cambió al momento de modo de pensar. Sin más, siguió a san Ignacio, se hizo sacerdote misionero y fue a las Indias a predicar a aquellos pueblos bárbaros; y, después de haber convertido cerca de tres millones de infieles, murió en China. Este gran hombre es san Francisco Javier.
- ¿Qué has cambiado de tu vida?
- ¿Te sientes más cerca de Dios?
- ¿Te sientes más Iglesia?
Julián Escobar.
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