19 de mayo de 2019 El torrente del amor. Domingo (V Pascua) 19 mayo.
Un discípulo recién iniciado se acercó al gran Maestro junto a la orilla del río, y le pidió que le enseñara cómo «entrar por el Camino».
—¿Oyes el fluir del río? –le preguntó el maestro.
El discípulo inclinó su cabeza, mantuvo un profundo silencio durante un rato, y después replicó:
—Sí, maestro, lo oigo.
—Ese es el camino para entrar –le indicó el maestro.
Un momento de conciencia profunda nos pone en el camino que lleva al corazón del silencio, hacia Dios. «Dios es un gran río subterráneo». Y tú nadas en él. Una persona iluminada es como «un árbol plantado junto al agua, arraigado junto a la corriente; cuando llegue el bochorno no temerá, su follaje seguirá verde, en año de sequía no se asusta, no deja de dar fruto (Jeremías 17, 8).
Escucha a Jesús que te dice: «Quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, pues el agua que le daré se convertirá dentro de él en manantial que brota dando vida eterna» (Juan 4, 14).
Detente un rato y profundiza en tu corazón. Busca la fuente del amor. Visualiza arroyos de amor que brotan de tu corazón, llenan tus arterias y se extienden por todo tu cuerpo. Visualiza esta corriente que rebosa fuera de ti hacia el mundo. Mira cómo lleva alivio a los que están cansados y agobiados. Mira cómo alimenta a los sedientos y hambrientos de amor. Mira cómo calma las penas de la gente. Mira a la gente que nada en ella, pesca en ella y hunde sus cántaros en ella para llevar el precioso líquido a otros que lo necesitan.
Aun cuando te sientes junto a una límpida corriente...
no te entregues totalmente a la corriente...
Continúa siendo consciente de ti y de tu respirar.
Con el sol de la consciencia brillando en nosotros...
la corriente será más pura. Thich Nhat Hanh
—¿Oyes el fluir del río? –le preguntó el maestro.
El discípulo inclinó su cabeza, mantuvo un profundo silencio durante un rato, y después replicó:
—Sí, maestro, lo oigo.
—Ese es el camino para entrar –le indicó el maestro.
Un momento de conciencia profunda nos pone en el camino que lleva al corazón del silencio, hacia Dios. «Dios es un gran río subterráneo». Y tú nadas en él. Una persona iluminada es como «un árbol plantado junto al agua, arraigado junto a la corriente; cuando llegue el bochorno no temerá, su follaje seguirá verde, en año de sequía no se asusta, no deja de dar fruto (Jeremías 17, 8).
Escucha a Jesús que te dice: «Quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, pues el agua que le daré se convertirá dentro de él en manantial que brota dando vida eterna» (Juan 4, 14).
Detente un rato y profundiza en tu corazón. Busca la fuente del amor. Visualiza arroyos de amor que brotan de tu corazón, llenan tus arterias y se extienden por todo tu cuerpo. Visualiza esta corriente que rebosa fuera de ti hacia el mundo. Mira cómo lleva alivio a los que están cansados y agobiados. Mira cómo alimenta a los sedientos y hambrientos de amor. Mira cómo calma las penas de la gente. Mira a la gente que nada en ella, pesca en ella y hunde sus cántaros en ella para llevar el precioso líquido a otros que lo necesitan.
Aun cuando te sientes junto a una límpida corriente...
no te entregues totalmente a la corriente...
Continúa siendo consciente de ti y de tu respirar.
Con el sol de la consciencia brillando en nosotros...
la corriente será más pura. Thich Nhat Hanh
Julián Escobar.
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