21 de octubre de 2019

«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues,  aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»  (Lucas 12,13- 21).   
Uno le pidió a Jesús: "Maestro, dile a mi hermano que  comparta conmigo la herencia". El derecho de sucesión estaba regido,  como siempre en Israel, por la ley de Moisés. Pero se solía pedir a los  rabinos que hicieran arbitrajes y dictámenes periciales. En este caso una  persona va a Jesús para que influya sobre su hermano injusto.  Pero  Jesús, no quieres mandar sobre cosas temporales.
«El décimo mandamiento prohíbe la  avaricia y el deseo de una apropiación inmoderada de los bienes terrenos.  Prohíbe el deseo desordenado nacido de la pasión inmoderada de las  riquezas y de su poder. Prohíbe también el deseo de cometer una injusticia  mediante la cual se dañaría al prójimo en sus bienes temporales»  (Catecismo 2536).
El Señor, es claro: «guardaos de toda avaricia». El avaro  nunca se contenta con lo que tiene, porque, en el fondo, lo quiere todo aunque deje a los demás sin nada. Por tanto hay que preguntarnos: ¿Sé dejar a otros lo mío cuando lo necesitan? ¿Me  creo necesidades por lujo, capricho, vanidad, comodidad, etc.? ¿Dónde  tengo puesto el corazón, en Dios y los demás, o en las cosas materiales?
Julián Escobar.


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