24 de octubre de 2019

«En adelante, una  familia de cinco estará dividida: tres Contra dos y dos contra tres;  estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la  madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la  nuera y la nuera contra la suegra»” (Lucas 12,49-53).
En toda la  Biblia, el fuego es símbolo de Dios; en la zarza ardiendo encontrada por  Moisés, en el fuego o rayo de la tempestad en el Sinaí, en los sacrificios del  Templo, donde las víctimas eran pasadas por el fuego, como símbolo del  juicio final que purificará todas las cosas. Pero no es un fuego que destruye, es el "fuego del Espíritu", que ardía en el  corazón de los peregrinos de Emaús cuando escuchaban al Resucitado sin  reconocerlo... (Lc 24,32), que descenderá en Pentecostés.
¿Quién siembra la división? ¡El que no ama! Y quien no ama intentará imponer su parecer, no convencer.
Un anuncio televisivo presenta un coche lujoso, y con él una joven bellísima. No dice ni una sola palabra, le basta con su imagen seductora. El coche empieza a rodar por paisajes exóticos y una voz susurra: "¡Entrégate a todo tipo de sensaciones!. Este anuncio no ofrece ninguna razón para elegir ese coche. ¿Qué hace el anuncio? Influir sobre tu voluntad, halagar tus deseos de sensaciones... ¡Te han reducido a un cliente! Sin embargo, Cristo, ni vino ni está para vencer, sino para convencer que él es el "Camino, Verdad y Vida". Quienes se orgullecen de "haber vencido aunque no convencido", serán como el árbol que en verano se seca y en otoño es talado y echado al fuego.
Julián Escobar.


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